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Discusion General => Literatura => Mensaje publicado por: pavazzio en Julio 29, 2008, 00:21:46

Título: Libro: Peinate que viene gente.
Publicado por: pavazzio en Julio 29, 2008, 00:21:46
Bueno muchachos, les comento. Hace poco terminé de leer (porque me lo terminé comprando) el libro de José Playo: "Peinate que viene gente". Les dejo sin dudas, el mejor de los fragmentos

Baños
"No se si será por las leyes de la física o por la disposición geométrica del habitáculo. No entiendo por qué carajo sucede de vez en cuando que la cortina comienza a acercarse lentamente hacia mi, para terminar pegandose irremediablemente en mi gamba. Y la empujo, y se vuelve. Y la mojo y s e vuelve. Y es como que intento pegarla con la humedad a la loza y se vuelve. Y la puteo y se vuelve, y me pongo loco y adiviná qué; me baño, con la cortina pegada a una gamba, todo cabreado y calladito la boca, porque se vuelve"

Y éste otro extraído del blog del autor:

Combates desiguales
No sé qué hacía en la puerta de un boliche en Alta Gracia, ni por qué se había armado semejante quilombo. Sí sé que empecé a preocuparme cuando, a eso de las cinco de la mañana, empezó a caer gente en ojotas y bermudas. Gente que habían ido a despertar para que se llegara hasta el lugar para cagarnos a trompadas.

En un momento, como pasa siempre en la vida, descubrí que mis amigos habían quedado en el bando de los "chicos que vienen de la ciudad al pueblo y se tienen que llevar una buena pateadura para entender que acá nadie se hace el piola".

De pronto se armaron dos polos antagónicos y claramente diferenciados: los locales (un grupo de veinte que habían cerrado una calle y nos impedían el paso) y los visitantes (un grupo de diez que no sé qué hacíamos ahí, pero que estábamos por dejar uno que otro diente en la vereda).

Yo temía por mi vida. Miraba hacia uno y otro costado con la convicción de que, hiciera lo que hiciera, no habría escapatoria. Casi por una cuestión de camaradería, empecé a acercarme a mis conocidos, presto a ocupar la segunda línea de batalla, esa que arrastra hacia el costado los cuerpos caídos y levanta botellas y pedazos de baldosa para repeler a los agresores.

Cuando empezaron los insultos y las bravuconadas de ambos bandos, cuando la testosterona perfumó con tufos embriagantes esa madrugada, cuando unos y otros escupían en el piso y se arremangaban, cuando los guardias del boliche cerraron por fin las puertas, cuando empecé a lamentar seriamente haberme juntado con semejante cantidad de pelotudos que ahora terminarían siendo compañeros de camilla de hospital, alguien del bando contrario gritó:

—¡Paren!

Y eso hicimos todos. Nosotros, porque comprendimos que había una mínima posibilidad de que no corriera sangre (nuestra sangre); ellos, porque la voz de alto la había dado alguien importante, alguien que respetaban y que tenía algo que decir antes del desborde.

Yo me había ubicado a un costado y fumaba pausadamente mientras observaba las manos de todos los contrincantes, sopesando la posibilidad de correr hacia el más pequeño de ellos y tumbarlo al piso para trenzarme –con ciertas garantías– en una confusa e igualadora horizontalidad, cuando la voz repitió la orden y después agregó:

—Vó, el puto de camisa floriada.

Yo, efectivamente, tenía una camisa floreada que había comprado en una casa de ropa usada. Era una prenda ridícula e infame, un trapo que parecía el hermano menor del cortinado de un teatro del Lejano Oeste, una cosa de mal gusto que había conseguido por cinco pesos y que creía, no sé porqué, que tenía una onda bárbara.

De pie con el cigarrillo tiritándome en la boca, comprendí que tal vez aquella podría haber sido mi última incursión al ropero, la elección que en sí misma me había condenado: todos saben de la seducción mórbida y el infinito placer que genera tomar a golpes de puño al peor vestido del otro bando.

—Vo. Vení —repitió la voz.

Entonces avancé. Y no lo hice por hombría, ni porque pretendía sacrificarme por ese grupo de estúpidos que se decían "mis amigos", ni porque suponía que de esa manera ganaría tiempo para reorganizar nuestras filas. Lo hice porque esa voz me resultaba muy familiar.

Me despegué lentamente del grupo y crucé la zona franca que nos separaba sin quitarle la vista de encima al dueño de la voz. Un par de manos de mis compañeros intentaron detenerme y las aparté.

—Lo conozco —dije como hipnotizado.

Cuando llegué hasta él, un petizo que sacaba pecho se puso a mi lado y me empujó la cabeza con su dedo índice mientras mantenía el pulgar levantado.

—Te salvaste, culiáu —me dijo al oído el acólito.

Apenas si le presté atención. Frente a mí tenía un rostro que no podía recordar de dónde conocía y que me sonreía sin maldad, casi con ironía.

—¿Te acordái quén soy?

—¿Carlos? ¿Ramírez? ¿Feliciano? —aventuré.

—Ma qué Feliciano, ortiva. Soy el Negro Chamuyo. ¿Te acordái?

Moví la cabeza de un lado a otro mientras estiraba la comisura de los labios hacia abajo. El Negro continuó:

—Vo tai etudiando psicología, ¿no?

En esa época sí. De hecho, en el momento en el que mencionó la carrera, me vino a la mente la inscripción para cursar del año anterior, la cola interminable de gente, las caras de los chicos que vienen de los pueblos y del interior, desorientados, aturdidos. En sucesivos flashes el rostro que tenía enfrente salió de las sombras del recuerdo y repitió dentro de mi cabeza la confesión vergonzosa y la pregunta discreta: "é la primera vé que vengo y toy en bola; me quiero anotá, pero no sé cómo é; ¿quéloque tengo que hacé?". Recordé también que, a pesar de estar apurado, me tomé unos segundos y le anoté los pasos a seguir en el reverso de un folleto, cosa que él agradeció poniéndome una mano en el hombro y diciendo:

—Gracia, máquina. Cualquier cosa que necesité cuando andéi por Alta Gracia, preguntá por el Negro Chamuyo, loco.

Había pasado más de un año, y aquél desconocido volvía a presentarse frente a mí, esta vez, para salvarme la vida.

—Sí. Ahora me acuerdo —dije.

Él sonrió mostrando los dientes de un costado. Después pasó un brazo sobre mi hombro y me llevó aparte. Ahí me explicó cómo era la situación: uno de mi grupo había estado molestando a la novia del petizo que sacaba pecho y que ahora me miraba, bufando. Si nos quedábamos, al menos el petizo tendría que pegarle a alguien. Y si otro saltaba, la cosa se descontrolaba.

—Te quedan dooopcione: o te vái iá con tu amigo y se quedan piola y no vuelven má, o te vái vó solo y a lo que quedan lo rompemo a todo.

—Lo tengo que consultar —dije, sabiendo de antemano la respuesta.

El Negro Chamuyo me palmeó la espalda y me dijo que estaba bien, que me esperaba. Cuando estaba dándome vuelta para regresar con los demás y comunicarles la buena nueva, el Negro me preguntó:

—¿Entendé cómo é la onda con vo, no?

Moví la cabeza de arriba para abajo varias veces, con rapidez.

—Tomensé el palo, culiáu. E lo mejor que podé hacé.

Cuando pasé junto al petizo, observé que de su cintura asomaba un bulto rígido que se dibujaba por debajo de la remera. La sola idea de que aquello pudiera ser un arma me estremeció. No me costó nada disuadir a los pocos que todavía pensaban que tenían alguna oportunidad y nos alejamos caminando sin mirar atrás, hacia los autos.

Esa fue la última vez que salí con aquélla gente. Han pasado diez años y he visitado muchísimas veces Alta Gracia desde entonces, pero al Negro Chamuyo, al tipo que me salvó la vida en pago de un favor que para mí no significó nada, no lo he vuelto a ver.

Título: Re: Libro: Peinate que viene gente.
Publicado por: socorro en Agosto 20, 2008, 08:01:32
hola son las 8 a m en punto y nada me colgue leyendo la historia esta buena...
moraleja: por las dudas siempre se bueno con todos!!jejeje :lol:

recomendas el libro? me contas un poquito de que trata?

Saludos
Título: Re: Libro: Peinate que viene gente.
Publicado por: pavazzio en Agosto 20, 2008, 12:33:45
Al libro te lo recomiendo con los ojos cerrados jeje. Es un libro raro, lindo, ideal para distenderse. No sabria decirte bien de que se trata, podria citar como lo define el propio autor: "un diario intimo publicado". Son un conjunto de anecdotas (algunas veridicas, otras no tanto, otras ni) y observaciones de las cosas cotidianas de la vida, miradas con un gran toque de humor.
De nuevo, yo te lo recomiendo.

Si querés ver mas o menos como viene la mano con el libro, te recomiendo que pases por el blog del autor Peinate que viene gente (http://revistapeinate.com.ar/)
Título: Re: Libro: Peinate que viene gente.
Publicado por: socorro en Agosto 20, 2008, 12:43:26
Gracias.. apenas pueda entro y me fijo =D
Título: Re: Libro: Peinate que viene gente.
Publicado por: Lean en Agosto 20, 2008, 13:12:02
Jajajja, me encantó el fragmento que pusiste, pavazzio, voy a ver si lo consigo... :up:

Un saludo.
Título: Re: Libro: Peinate que viene gente.
Publicado por: patasimon en Agosto 20, 2008, 13:40:08
Muy bueno el texto!!

pregunta:¿el fragmento del blog aparece en el libro?
Título: Re: Libro: Peinate que viene gente.
Publicado por: pavazzio en Agosto 20, 2008, 14:26:25
No pata, este fragmento tiene uno o dos meses, y el libro es del año pasado. De todos modos, el autor comunico que por estos dias sale la segunda edición impresa, que seguramente llevará algunos fragmentos del blog.

Saludos!